
Módulo III
Entornos de buceo
El buceo es una actividad de que puede realizarse en diferentes entornos: arrecifes de coral, océanos, lagos, embalses, ríos… Pero en todos ellos existen una serie de condiciones generales que debemos tener en cuenta:
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Temperatura.
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Visibilidad.
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Movimiento del agua.
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Composición del fondo.
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Vida acuática.
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Luz del sol.
Temperatura
Como ya hemos visto, este factor es determinante a la hora de practicar buceo, ya que influirá en el traje que debemos utilizar.
La temperatura desciende con la profundidad, pero se mantiene relativamente estable. Sin embargo, puede darse el caso en que, en mitad de una inmersión, ésta varíe de forma brusca; esto se debe a que existen diferentes capas de agua a diferente temperatura (el límite entre ambas capas se denomina termoclina).
Visibilidad
La visibilidad es la distancia, medida en metros, a la que podemos ver bajo el agua; puede variar desde los 0 metros hasta los 60. La visibilidad se ve afectada por los siguientes factores:
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Movimientos del agua. Las olas levantan el sedimento del fondo pudiendo empeorar la visibilidad considerablemente. Las corrientes, por otro lado, arrastran dicho sedimento “limpiando las aguas”.
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Tiempo atmosférico. Los fenómenos meteorológicos pueden afectar a la visibilidad del mar. La lluvia, por ejemplo, puede arrastrar sedimentos aumentando la cantidad de partículas en suspensión y disminuyendo la visibilidad.
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Plancton. Estos microorganismos pueden encontrarse en cantidades tan elevadas que llegan a afectar de forma notoria a la visibilidad.
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Composición del fondo. Los fondos poco compactos (como la arena) tienden a empeorar la visibilidad debido a la suspensión de partículas. Esto no suele ocurrir en los fondos más compactados.
Bucear con visibilidad reducida
Cuando buceamos con la visibilidad reducida tenemos que prestar especial atención al sistema de compañeros: pondremos más énfasis en no separarnos. Además, orientarse con baja visibilidad será más complicado por lo que es recomendable usar la brújula. Durante el descenso toma una referencia que vaya desde la superficie hacia el fondo (por ejemplo, un cabo); de no ser posible, desciende lentamente prestando atención a la profundidad.
Bucear en aguas cristalinas
Bucear en aguas cristalinas también puede causar desorientación. El fondo puede parecer más cercano de lo que realmente está y poder ver a tu compañero desde mucha más distancia puede provocar que nos confiemos y acabemos distanciándonos de él. Recuerda respetar siempre el sistema de compañeros.
Movimiento del agua
Las olas y corrientes son los dos movimientos de aguas. Las olas se producen por el viento que sopla en superficie, cuanto más fuerte sea el viento y más distancia recorra mayor será la ola. Olas de un metro o menos no suelen afectar a la inmersión, olas de mayores pueden afectar a la inmersión, pero con entrenamiento y aplicando las técnicas adecuadas es posible bucear. Si las olas fueran mucho mayores, ya no sería posible el buceo, y la inmersión se cancelaría.
Existen dos tipos de movimiento del agua: olas y corrientes.
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Las olas son el resultado del choque del viento contra el agua en la superficie. Esto provoca que el agua se eleve, a veces varios metros. Cuánto más fuerte sople el viento y mayor sea la distancia hasta la costa, mayor será la ola. Las olas de un metro de altura o menos no suelen afectar al buceo; sin embargo, las olas de mayor tamaño pueden afectar de forma notoria a la inmersión, pudiendo ser necesario, incluso, cancelarla. En ciertas ocasiones, aplicando las técnicas adecuadas, es posible bucear con la presencia de olas (siempre y cuando éstas sean leves).
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Las corrientes son siempre más fuertes en la superficie que bajo el agua. Por ello, en presencia de corriente, deberemos descender lo antes posible. Una vez sumergidos, debemos comenzar la inmersión a contracorriente debido a que, de ese modo, el mayor consumo de aire lo haremos al principio de la inmersión. Cuando demos la vuelta para regresar, la propia corriente nos impulsará hasta el punto de partida. Si comenzáramos la inmersión al revés, es decir, a favor de la corriente, ésta nos arrastraría demasiado lejos, por lo que, al volver, seguramente no tendríamos aire suficiente (al nadar contracorriente se hace un mayor esfuerzo y, por lo tanto, se consume más aire). En caso de que nos veamos arrastrados por la corriente, debemos nadar en perpendicular a ella y tratar de llegar hasta la orilla o el cabo. Nadar contracorriente puede resultar agotador; si estás demasiado cansado, hincha tu jacket completamente y hazle señales al barco para que te recoja.
Evaluar condiciones
Para evitar situaciones de riesgo, debemos hacer una valoración previa de la inmersión. Los factores a tener en cuenta son:
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El tiempo meteorológico.
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La estación del año.
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Los movimientos del agua.
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El aspecto del agua.
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Los informes procedentes de otros buceadores.
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Las inmersiones previas realizadas en lugares similares de la misma zona.
Si, tras haber realizado la evaluación, consideramos que existen factores que no sabemos controlar o desconocemos cuál es la forma de abordarlos, lo mejor será informarnos al respecto. Si, a pesar de ello, seguimos sin estar del todo seguros, lo más recomendable será no realizar la inmersión. Recuerda que nosotros mismos somos responsables de nuestra propia seguridad.
Bucea dentro de tus límites
Siempre debemos bucear teniendo en cuenta los límites de nuestro entrenamiento y/o experiencia. Existen al menos tres puntos en los que el riesgo se ve aumentado si excedemos nuestros límites:
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Ciertos tipos de buceo entrañan riesgos que no pueden apreciarse a simple vista, sino que se necesita un entrenamiento especial para poder percibirlos.
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Exceder nuestros límites puede darnos una falsa sensación de seguridad ya que “salirnos con la nuestra” puede llevarnos a exceder en mayor medida dichos límites y, por ello, aumentar las posibilidades de sufrir un accidente.
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Algunos buceadores se ponen muy nerviosos cuando bucean por encima de sus límites; esto puede causar que centren su atención en sus preocupaciones ignorando, de ese modo, posibles riesgos.
Evitar y gestionar lesiones causadas por organismos acuáticos
La mayor parte de los organismos acuáticos son completamente inofensivos, pero debemos recordar que todo ser vivo cuenta con una forma de protegerse; por ello, si provocamos, aunque sea de forma accidental, a un animal, o tocamos algún organismo que no debemos, podemos sufrir una lesión. Las lesiones más frecuentes bajo el agua son las picaduras urticantes (como las que puede causar una medusa), los ataques con aguijones (por ejemplo, los de un erizo de mar) o mordeduras.
Para evitar estos riesgos debemos seguir las siguientes pautas:
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Antes de comenzar una inmersión, infórmate sobre el tipo de fauna existente en la zona, especialmente aquella potencialmente peligrosa.
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Respeta todo cuanto te rodea; la mejor forma de hacerlo es evitando el contacto físico con el medio y limitarnos a observar.
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No lleves objetos brillantes o que llamen demasiado la atención, ya que pueden atraer a potenciales depredadores.
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Presta atención a la posición de tus extremidades (manos, rodillas y pies).
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Mantén una flotabilidad neutra; de ese modo, podrás observar tu entorno sin necesidad de interactuar con él.
En caso de que tu compañero (u otro buceador) sufra una lesión, debemos actuar del siguiente modo:
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Comprueba que la víctima respira; en caso necesario aplica RCP y/o controla la hemorragia, en caso de que la haya.
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Si la lesión es una picadura urticante debemos enjuagarla con agua salada, nunca con agua dulce. Es importante no frotar la picadura. Aplicar vinagre suele ser una buena opción.
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Si la lesión es causada por una púa, debemos tratar de extraerla con pinzas.
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Las mordeduras se tratarán como cualquier otra herida.
Para ampliar tus conocimientos sobre el tratamiento de este tipo de lesiones o cómo actuar en caso de emergencia es recomendable realizar los cursos EFR (Emergency First Response, primary and secondary care) y Rescue Diver.
Gestión de problemas
Cualquier actividad que practiquemos entraña riesgos por lo que, durante tu entrenamiento como buceador aprenderás a reducir y gestionar diferentes tipos de problemas.
Recuerda que es importante, para prevenir accidentes, bucear dentro de nuestros límites, planificar las inmersiones previamente y mantenerse en forma. Aunque no es habitual, puede ocurrir que sea necesario quitarse el equipo bajo el agua, lo cual requiere un entrenamiento para poder hacerlo correctamente.
A continuación, veremos cuáles son los problemas más comunes durante una inmersión y como gestionarlos correctamente.
Calambre en el gemelo
Es habitual que, a causa de la palanca producida por las aletas, la musculatura del gemelo trabaje en exceso y se sobrecargue. En ese caso, pide ayuda a tu compañero; él deberá tomar tu pierna, extenderla y elevar la punta de la aleta hacia ti.
Asistencia a un buceador consciente en superficie
Podemos encontrar dos casos:
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Buceador cansado. El buceador que está cansado no se encuentra fuera de control y responde a lo que le decimos en mayor o menor medida.
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Buceador en pánico. Este buceador suele rechazar el equipo, posiblemente no lleve puesta ni la máscara ni el regulador, se agita violentamente, actúa de forma errática y repetitiva y no responde a lo que le decimos.
En ambas situaciones el procedimiento a seguir es el siguiente:
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Estableceremos nuestra propia flotabilidad positiva hinchando nuestro jacket.
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Tranquilizaremos al otro buceador.
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Le ayudaremos a establecer su flotabilidad positiva; si él no ha hinchado su chaleco, lo haremos por él.
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Ayudaremos al otro buceador a llegar a la orilla o al barco, según corresponda.
Asistencia a un buceador inconsciente en la superficie
Si vemos a un buceador flotando en la superficie sin moverse y que no responde, actuaremos del siguiente modo:
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Estableceremos nuestra propia flotabilidad positiva y también la de la víctima hinchando ambos chalecos.
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Pediremos ayuda a alguien que se encuentre en el barco o en la orilla mediante señales.
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Comprobaremos la respiración de la víctima; le proporcionaremos insuflaciones en caso de que no respire mientras le llevamos hasta la orilla o al barco.
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Continuaremos con las respiraciones artificiales mientras sea necesario a la vez que le remolcamos. Cuando lleguemos al barco o a la orilla, sacaremos a la víctima del agua y continuaremos con las labores de rescate en superficie.
Asistencia a un buceador inconsciente bajo el agua
Esta situación es bastante grave. En este caso, nuestra prioridad será la de llevar a la víctima a la superficie actuando del siguiente modo:
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Llevaremos al otro buceador hasta la superficie. Si es necesario, utilizaremos su chaleco o soltaremos lastre para que adquiera flotabilidad.
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Si el buceador aún tiene el regulador en la boca, sostenlo para que no le caiga; si, por el contrario, se le ha caído, no debemos perder el tiempo tratando de ponérselo.
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Ascenderemos a una velocidad segura. Si la flotabilidad de la víctima impide que podamos ascender de manera segura, permitiremos que suba solo. Finalizaremos nuestro ascenso y continuaremos con las labores de rescate en la superficie. Recordemos que es importante mantenernos a salvo, ya que no podremos ser de ayuda si ponemos en riesgo nuestra propia seguridad.
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Una vez en superficie, seguiremos las prioridades y procedimientos adecuados para atender al buceador inconsciente.
Regulador en flujo continuo
Los reguladores modernos son bastante fiables por lo que, en caso de fallo, están diseñados para liberar aire de forma ininterrumpida; a esto se lo conoce como flujo continuo.
En caso de que esto suceda, debemos inclinar la cabeza hacia un lado y sacar la bigotera del regulador contraria al lado hacia el que estamos inclinados; respiraremos con normalidad y finalizaremos la inmersión.
Buceador con poco aire/sin aire
Quedarse sin aire es uno de los problemas más fáciles de evitar. Para ello, debemos planificar nuestras inmersiones y comprobar nuestro manómetro con frecuencia.
Sin embargo, sin nos encontramos en esta situación debemos actuar de la siguiente forma:
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Ascenso sin paradas. Si tenemos poco aire, pero la botella no está completamente vacía, respiraremos con normalidad y no nos detendremos hasta llegar a la superficie. Recordemos que no debemos superar la velocidad máxima de ascenso de 18 metros por minuto.
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Ascenso con fuente de aire alternativa. En caso de que no tengamos aire y nuestro compañero está cerca le haremos la señal de “no tengo aire”. Él nos ofrecerá su fuente de aire alternativa señalándola, nosotros la cogeremos y nos la pondremos en la boca; acto seguido, ambos ascenderemos sin superar la velocidad recomendada.
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Ascenso de emergencia nadando (ACEN). Si nos hemos quedado sin aire, nuestro compañero se encuentra demasiado lejos y estamos a una profundidad de 9 metros o menos realizaremos esta maniobra. Tomaremos la última bocanada de aire, elevaremos la tráquea del jacket, el brazo derecho y la cabeza. Posteriormente, comenzaremos a aletear hacia la superficie; durante el ascenso iremos descargando aire de la tráquea poco a poco y exhalaremos un pequeño hilo de burbujas mediante un sonido nasal con el fin de evitar la sobreexpansión pulmonar. Realizaremos toda la maniobra sin exceder los 18 metros por minuto.
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Ascenso boyante de emergencia. Si no tenemos aire, estamos demasiado lejos de nuestro compañero y nos encontramos a más de 9 metros de profundidad, realizaremos esta maniobra. Para ello, soltaremos lastre y, al igual que en el caso del ACEN, aletearemos hacían la superficie manteniendo la tráquea en alto y con la mano derecha y la cabeza elevadas; mediante un sonido nasal exhalaremos aire y, solo en este caso, superaremos la velocidad de 18 metros por minutos. Es por este motivo que el ascenso boyante de emergencia debe ser nuestro último recurso.
